Mi nombre es Julián y el de mi compañera y esposa Azucena, el de mis hijos Virgilio y Darío. Juntos atendemos familiarmente a los viajeros que por estas tierras entre castellanas, aragonesas y valencianas se dejan caer.
No muchos, hay bastantes más que se pierden el manjar de estos sanos y limpios aires, el placer del agua: verla nacer, tocarla aparentemente tibia en invierno y muy fresca en verano, escucharla junto a los pájaros entonar esa relajante sinfonía.
Creo que por sentir esto, me dijo un trotamundos: «cómo se nota que estás enamorado de tu pueblo». Le contesté: «no siento celos, podemos compartir estas sensaciones, están aquí y son de todos». Ven a disfrutarlas.